Después del amor

22:13 / Comments (0) / by retinorama

Después de dos años, escucharle hablar todavía me gusta. Marcos articula las palabras con una perfección que embelesa porque fluye por sí sola, con una voz grave y masculina, casi de noble. Le gustan las palabras y las ha sabido utilizar a su favor, y siempre ha tenido un aire de lejano poder. Por eso le llegué a querer de una manera tan férrea, porque sólo éramos iguales en los extremos. Y entre esos dos polos, un abismo entre dos personas que se miraban sin poder llegar jamás a un acuerdo.

Le tengo preparado un cd porque se que le va a encantar y que llevará el mismo puesto desde hace siglos, es para salir de marcheta, gracias, tia... llevo el de paul oakenfold, que pasada, hombre porfavor, pero tú que te has creído, y me cuenta como le va el proyecto, el curro, horas, coche, arriba, abajo y le veo liarse un peta, estirajarse en el sofà y ponerse cómodo a ratos, a otros moviendose sin parar, escuchándole hablar como siempre que le he conocido, sus juergas, sus rolletes, parece que ha encontrado una que le importa, que le empieza a importar. Cuando se marcha de mi casa, se va con un tuper de sopa caliente bajo el brajo, un cd y los libros que me pidió. Cuando le doy dos besos, caigo en algo. Marcos me comprende la sonrisa con un leve asentimiento de cabeza, que me recuerda que, pese a todo, siempre hemos sabido contar el uno para el otro.

Y que hicimos bien en quedarnos, cada uno, en un extremo.


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