Abstracts

11:41 / Comments (0) / by retinorama

Me atropellaste en plena huida por sorpresa, mientras tú salías disparado hacia un lugar que tú sólo conoces. Nunca quise saber, pero te creí, aun sabiendo que no debía hacerlo. Te me metiste entre los huesos y no te dejaba salir, pero quiero que entiendas que no era yo, que era algo más fuerte que yo misma, el simple deseo de ser, contigo. Siempre te dije que no te pedia nada. Por aquellos entonces, hubiera dado mi vida por lo que te sobraba, y te dí un poco, es cierto, pero durante muchos meses fuiste lo primero que recordaba al abrir los ojos, cada mañana. Un dia de marzo me dijiste que no valía la pena y me rompiste el corazón.

Muchos meses más tarde estaba medio sano, había conseguido unirlo almenos, aunque latiera a trompicones, mi corazón no me saltó del pecho como creía que iba a pasar al verte, en aquella cafetería minúscula, se quedó agazapado entre mis costillas, un dia que viniste a mi vida para hacer un café. Sentías que tenías que decírmelo. Te dije que no creía en esas historias. Y cuando salimos de allí, un increible arcoiris cruzaba el cielo de la ciudad, nunca he vuelto a ver ninguno así, como aquellos que dibujas cuando eres niño, toda la magia del mundo dibujada en el cielo y me miraste, y decidí largarme caminando bajo la lluvia sin paraguas, para ahorrarme la tentaciones de seguir creyendo que sentías algo por mí, porque ya era tarde. Esta historia de idas y venidas.Yo me fuí mirando al cielo por si se le ocurría lanzarme alguna estrella y clavármela en las costillas. Los libros que me compré porque me recomendaste, los que el otro día miraba en la estantería de tu piso.

Me paso la vida encontrándome con gente como señales, como pistas que me siempre llevan a algo, como aquella de la insoportable levedad del ser, una conclusión brillante, redonda como una realidad cegadora, el cruce de azares. Algunos se cuelgan de mis brazos, se vienen conmigo de cena, de viaje, de marcha o al cine, otros se suben a mi espalda, se pierden en mis piernas y se preparan un café.

Desde aquella noche supe que donde yo quería estar, era contigo. Y nada más. Es decir, quería colgarme de tu brazo, irme contigo de cena, subirme a tu espalda, perderme entre tus piernas y prepararme un café.

El triunfo de la esperanza sobre la experiencia. Dos ojos del color pobre de la tierra, iguales que los mios.La inocencia no muere. A la inocencia se la mata. Rostro de Vos, de Benedetti. Two of us, de Suede. El silencio. Los malos entendidos. Las letras azules. Todas las veces que te has clavado en el centro exacto de mi memoria y no he podido dejar de mirarte. The Scientist, de Coldplay. Todo lo que quise decirte en forma de canción. With or without you, de U2. Miles de alarmas girando delante de mis ojos para advertirme mientras yo solo era capaz de oír Leave, de Rem. Tú con la cabeza apoyada en el volante de tu coche mientras yo cedía a la tentación y volvía la vista para mirarte, porque sabía que no ibas a impedir que me fuera. Los mil y pico mails que dices nos hemos enviado a lo largo de todos estos meses. Como no te he podido sacar del alma. Todas las palabras que no nos hemos dicho. La primera vez que te besé, ahora hace dos años . Todo lo que somos que nos hemos callado. La última vez que te besé, hace ahora dos días. Y entre tanto, el mundo real. Todas las que llevan mi nombre, y no son yo. Todos los que llevan el tuyo, y no son tú.

Qué hacemos ahora, qué hacemos mirandonos en silencio, sin apenas atrevernos a respirar por si este frágil equilibrio, esta realidad de cristal se resquebraja, en esta especie de pacto de silencio, donde tú no hablas de lo que pasó y yo no pregunte más allá, aunque en el fondo lo sepa, y no se parezca en nada a mi corazón, o es posible. Lo que único que sé es que es ahora, ahora o nunca, y en esta apuesta me va, no la vida, pero sí el aliento y el corazón, lo único que yo he elegido libremente entre todas y cada una de las probabilidades. Sentir, por una vez en la vida, que algo extraordinario puede llegar a sucedernos.

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