Vivir debe ser como sobrevivir a los contrastes.

10:18 / Comments (0) / by retinorama

Cuando el móvil suena a las siete y media de la mañana, lo primero que hago es cabrearme, y soltar un "pero qué haces" en idioma de perro, cuando una voz de llanto me responde, a duras penas, que le han roto el corazón. Y ésa, a las siete de la mañana de un viernes, después de dejarlo con tu novio, pocas de sueño, nada en la nevera y ni un puto euro en la cuenta, es la peor de las maneras de empezar el fin de semana. Si no fuera porque ese llanto se dispara como una flecha al recuerdo del mio propio, ese tipo de llanto de los impotentes, del que no entiende porqué alguien a quien uno quiere tanto acaba de clavarte un puñal en el centro del corazón, si no fuera por eso no me hubiera despertado de golpe para sentir indignada como me subía mucha pena, pena y rabia, y ese llanto me haya tenido todo el dia suspirando de impotencia, rabiosa por asimilar que ese dolor tan negro estuviera ahora en el corazón de alguien a quien yo aprecio de veras. Por eso mismo sé que hay amores dignos y amores dignos de lástima. Porque no pueden ser, porque no funcionan en la realidad, porque por cobardes no saben soñarse, no saben ser. Mientras intento que mi tono de voz no suene a todo eso, intento calmarla, me niego suavemente a una propuesta desesperada, y le digo que la entiendo, pero que durante el dia de hoy, ya no va a poder hacer nada para evitar lo que va a caerle encima. Que hay cosas que ni siquiera el amor, ese amor que te coge del cuello y te atrapa el corazón, ese amor tan impotente de no poder dejar de serlo, ni siquiera puede cambiar, y es el miedo de otra persona, que los miedos se vencen solo a si mismos y que cuando lo hacen, son entonces mucho más que palabras. Hay verdades como templos escritas en las puertas de esos lavabos de sótano encharcados a las cinco de la mañana, si no sabes si es amor, déjalo libre, y a todos suele sorprendernos cómo las cosas a veces cambian de color, si vuelve, es que es amor, que los te quiero que no se dicen mutan de verbo y hasta de signo, y si no es que nunca lo fue, hasta que se dan cuenta de que fueron sabios, pero sobretodo, irremediables. Mientras miro a quien tanto me recuerda a mi hace unos ocho meses, recuerdo que en ese momento nadie me hubiera podido covencer de que yo, en el mismo momento donde aquel llanto que me recordó tanto al mio se alojaba en otra persona, tuviera tan fresco el recuerdo de volver a besar con la mente cerrada a cualquier interrogante y los labios abiertos en esos besos que gustan de darse.
Cuando la tengo delante, después de verla subir los peldaños con un esfuerzo infinito, la miro a dos esferas verdes y muy rojas, y le sonrio, le ofrezco una cerveza, y me dispongo a decirle la última de las verdades que lei en la puerta de uno de esos lavabos de sótano encharcados, a las cinco de la mañana, en el garito más cutre de la ciudad.

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