La infidelidad en la era de la informática

11:30 / Comments (8) / by retinorama

No es una cosa de la que me guste hablar, porque a fin de cuentas, me busqué yo solita uno de los peores momentos de mi vida que recuerdo. No es que me arrepienta, no tiendo a arrepentirme de las cosas, pero lo cierto es que no me siento orgullosa. Estos dias en los que escucho tantos finales, me doy cuenta de que todos, en cierta medida, se parecen. Desde la distancia y quitando el morbo a los detalles, muchos hay, practicamente iguales, tanto que incluso hay canciones como la de Drexler, increiblemente comunes. Como decia antes, lo que importa del fin es su saldo.
Asi que si, lo confieso. No respeté la intimidad de la persona que se metía en la mía. En mi intimidad, quiero decir. En mi intimidad, en mi cama, en mis sentimientos. Entré en su intimidad como un ladrón furtivo envuelta en una capa negra, dispuesta a salir después con mi mejor cara de corderillo inocente.
Y desde luego, la inocencia se cebó conmigo.

Recuerdo que lo pensé, un segundo antes de pulsar aquel botón. No sé lo qué buscaba, pero desde luego, no buscaba lo que me encontré. Nunca lo habia hecho antes, jamás, ni he vuelto a planteármelo después. Recuerdo que pensé en lo que me contó Clara, un par de semanas antes bebiendo unas cañas, mientras me confesaba que había logrado escuchar los mensajes que una presunta admiradora dejaba en el buzón de voz de su presunto novio y que aluciné con la perversa -y debo decir brillantemente maquiavélica- estrategia con la que consiguió averiguar el pin del susodicho. Que de esta manera descubrió que le estaba mintiendo. Recuerdo que me reí mucho con la situación, la cosa no dejaba de tener su gracia, hay que ver como puede llegar a complicarse alguien la vida por desconfianza. Uno siempre sabe más de los demás por lo que ocultan que por lo que dejan ver. Ya lo dejé escrito no hace mucho, que la curiosidad mató al gato. Que yo siempre he defendido que puede que el gato se preguntara si valía la pena morir y decidiera correr el riesgo. Todo eso sobre que quien busca la verdad, corre el riesgo de encontrarla.

En mi caso, no buscaba evidencias. Yo lo que esperaba encontrar era una esperanza. Algún mensaje en el borrador que me dijera que mi presunto en cuestión no se había atrevido a enviarme el que decía que pensaba en mi y me echaba de menos, el mensaje en el que le diría a su amigo que había quedado con la mujer que le volvía loco desde hacia algunos meses, el de respuesta que le dijera algo así como Tío, estás perdido, desde que estás enamorado no se te ve el pelo, un reproche amigable, algo bueno, algo sobre mi, claro, algo que me permitiera afirmar que aunque no le viera tanto como yo quería, al menos, solo al menos, él pensaba en mi y que lo único que pasaba es que no se atrevía siquiera a aceptarlo. Fobia al compromiso, miedo a repetir historias, egoísmo, cobardía, quien sabe. No tenia motivos para invadir su intimidad y menos para alguien como yo, que la valora como la niña de sus ojos. Pero mi corazón tampoco tenia ninguna certeza de que me estuviera diciendo la verdad. Pensando en eso fui pasando entrecortada y rápidamente por Menú/Mensajes/Bandeja de Entrada/Abrir. Cerré los ojos en aquel lavabo minúsculo y pulsé aceptar.

No recuerdo el nombre de aquella mujer, solo que me sonó a Europa del Este. La pequeña pantalla del Nokia contenía más de diez, doce, quince mensajes, enviados durante la tarde anterior, la misma en la que yo esperaba impaciente, mirando nerviosamente el móvil pensando en recibir alguno, ya que el presunto objeto de mi indiscreción volvía de algún viaje de negocios y no sabia si aquella semana me tocaba o no compartir su intimidad. Me empezaron a sudar las manos y a temblar las piernas. Abrí un par de ellos, al azar, el ultimo o el penúltimo y pude ver pasando ante mis ojos algo parecido a Te recuerdo desnudo en una cama, siendo mio, mio, mio. Otro de respuesta, escueto e informativo,Vuelvo ahora del aeropuerto, besos. Todo esto, claro está, mientras yo esperaba recibir noticias del presunto tan inmóvil como un gato de escayola mirando el móvil durante horas y horas. No tuve corazón ni fuerzas para leer nada más. Creo que me hice tan tan pequeña que pude salir por aquella puerta deslizándome por el quicio.

El resto de la historia es predecible. Bronca, ruptura dolorosa y una noche muy muy negra y muy muy larga que acabó con una resaca monumental, una enorme sensación de vergüenza y la firme determinación de mandar a paseo toda aquella historia, fundirme en negro y empezar de cero. Como dice la canción, en tres semanas que parecieron años, perdí las ganas de dormir y cinco kilos. Pedí perdón al objeto de mi indiscreción de todas las maneras en las que se puede pedir perdón en este idioma, tan avergonzada estaba de mi falta, tan dolida estaba de sus consecuencias. Creo que me perdonó, después de todo, eso me hizo saber. No tenia motivos para desconfiar de él, porque, a fin de cuentas, todo aquello solo eran palabras, y aquella mujer estaba lejos, muy muy lejos, demasiado lejos como para que supusiera una amenaza presente, y aquella cama era tan solo un recuerdo, y simplemente eran mensajes, del tipo de mensajes que uno envia cuando está borracho para darse vidilla, y yo, por contradictorio que parezca, hubiera soportado, entendido, aceptado mejor una infidelidad presente, real y sórdida que aquella ilusa necesidad de sentirse a salvo, libre de compromisos, libre de corazón para mariposear cibernéticamente con una mujer que vivia a más de cinco mil kilómetros de distancia, mientras otra, que era yo, de carne y huesos, real, demasiado real y por ende, mucho más peligrosa para alguien que no se permitia a si mismo enamorarse, languidecia desnuda en una cama esperando una respuesta. Cuando le escuché decir que no deberia sacar esos mensajes de contexto, me eché a reir y le di la razón. Por supuesto, su contexto y el mio no tenian nada que ver. No, no tenia motivos para desconfiar de él, pero tampoco motivos para seguir queriéndole. No pude perdonarle. Ni siquiera lo intenté, pero esa es otra historia y otra canción.

Desde entonces, solo acepto la intimidad que me entregan. No quiero saber nada de lo que se guarda, negro, en bandejas de entrada, buzones de voz, cartas postales, fotos antiguas. Nada del pasado, nada de futuros, solo quiero los presentes, el ahora, ya, hoy y seguir deseando lo mismo, lo bueno, lo mejor, para mañana. Por eso, puede que no lo cuente todo, pero tampoco niego nada si me preguntan. No necesitamos saberlo todo del que nos ama, ni supongo es posible que alguien sepa todo, absolutamente todo sobre uno mismo, ni siquiera yo. No siempre digo lo que pienso, pero intento no mentir nunca sobre lo que digo.
Y desde luego, solo dejo entrar en mi intimidad a aquellos que me ofrecen la suya en igualdad de condiciones y que, por supuesto, les gusten tan poco como a mi los mensajes, los teléfonos y los corazones cobardes.



.








8 parpadeos:

Anónimo @ 4 de octubre de 2008, 1:23

Ésa noche, sobre las cuatro de la mañana, tú tumbada en el sofá...yo buscando una canción para escuchar a oscuras, acabando las botellas..."Here comes the flood"...recuerdas?

Por fin lo vomitaste...queda inaugurado el Otoño entonces...ésa canción para Mr Big y para el troglodita...un abrazo sister

Anónimo @ 4 de octubre de 2008, 3:50

que tiempo aquel, verdad? que noche aquella, sister...

Anónimo @ 7 de octubre de 2008, 12:15

muy guapo el blog, pero... porfa cambia el fondo negro que me estoy quedando ciego... un besito
Francesc

Anónimo @ 8 de octubre de 2008, 10:38

mmhhh... francesc, mira que tenia otra plantilla en blanco, pero... como dice la Winehouse... back to black... en serio es tan molesto??

un abrazo ;)

L.

Tenblog @ 11 de octubre de 2008, 3:05

no es tan molesto...(yo lo tengo así jejeje)
y...sí...a veces hay cosas que no es necesario saberlas o contarlas.
Me ha indignado ese hombre cobarde del que hablas. No importa a cuanta distancia esté ella. Porque la tiene presente. Pero....ya pasó no???
Pues adelante!!!
el tiempo no me deja visitarte todas las veces que me gustaría...porque me gustas. Que buena cepa tu familia!! Que buen vino las hermanas!!

Anónimo @ 13 de octubre de 2008, 7:13

Uy, si, si ...ya pasó, afortunadamente...a dia de hoy, cuando recuerdo...los pelillos como escarpias se me ponen! Y es verdad, yo me indigné al igual que tú, pero a dia de hoy, esas historias ya me aburren y no les doy tregua, asi que supongo que algo aprendí de todo aquello...

encantada de verte por mi nueva casa, tenblog y más que satisfecha de que te dejes caer por aqui cuando gustes, faltaria mas!

un abrazo, tu si que tienes buena casta, apañá!

Anailogica @ 13 de octubre de 2008, 17:52

Todos nos hemos entrometido alguna vez en los secretos de alguien, y como es lógico la mayoría de las veces no nos ha gustado lo que hemos descubierto. Yo era supercotilla, hasta que me pasó algo parecido a lo que cuentas, aunque lo mío se quedó en una simple bronca. Ya no soy cotilla, a veces un poco curiosa, pero nada más.
Como verás abandoné ya.com y me he abierto un nuevo desván en blogspot, espero que aquí nos traten mejor.

Un besazo guapetona y gracias por todo.

retinorama @ 14 de octubre de 2008, 7:45

ayy... es lo que digo sobre el gato... yo quiero decidir si vale o no la pena, pero ahora mismo una amiga me comentaba... la ignorancia es la felicidad... yo prefiero saber, por cotilla, por curiosa y porque soy asi, que vamos a hacer.

Encantada de verte aqui y ya sabemos... copias de seguridad!! Ahora mismo cambio el link

Un abrazo y miles de nadas, un placer.

L.